lunes, septiembre 26, 2005

tercera premisa


En el hemisferio sur hemos entrado en la parte estacional que corresponde a la hermosa, fresca y añorada primavera. La llegada de la primavera trae consigo una amplia gama de efectos físicos sobre nuestras vidas -alergías, polen, más sol, resfríos, poleras, y un largo etcétera- rutinarias, burocrátizadas, aisladas y ensimismadas. El mito más recurrente ligado a la primavera es el correlacionado con el amor. El lugar común es: "la gente se enamora en primavera", y la industria cultural nos ha bombardeado con aquello, y así se nos vienen encima una tonelada de malas películas de romance, de pésimos libros, de prensa rosada -tal actor se enamoró de tal actriz, son la pareja perfecta-; en fin, los típicos instrumentos de control social que nos idiotizan y nos hacen olvidar -como una droga permitida- de los problemas concretos, históricos que nos aquejan. Ese es el negocio, diluir al individuo -Adorno y Horkheimer-, dejarlo sin réplica, mantenerlo sólamente como un consumidor pasivo.
Lo realmente cierto es el cumplimiento de la tercera premisa del materialismo histórico, que se encuentra explicitada en La Ideología Alemana -Marx y Engels- que señala: "Los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos, la familia". Marx y Engels apuntan que la procreación se establece como un universal, se encuentra en todas las culturas de la misma forma que el lenguaje y los relatos. Reproducirse es parte de nuestra naturaleza, de la vida misma, de los seres vivos, no involucra -en su origen- conceptos ajenos al orden "natural".
Tal necesidad de procreación -histórica, concreta- no requiere estación predefinida, se define en relación a la satisfacción de una pulsión instintiva que hemos -la humanidad- disfrazado con muchos ropajes: religiosos, económicos, sociales -dejando en claro que los involucra- y principalmente el que los engloba a todos: culturales. No me digan que el "amor" no es cultural, que no es creación del hombre.
Aprovecharé estos días para dedicarme a buscar el amor, ya que estamos en primavera y el amor se encuentra flotando en el ambiente como un perfume importado de Joligud -Hollywood para los menos entendidos- y ha afectado mis hormonas de forma colosal.

domingo, septiembre 25, 2005

al maestro -Edward Said- con cariño

Hoy se cumplen dos años desde que el mundo quedó un poco más vacío. Me refiero a que uno de los intelectuales más lúcidos y agudos que hayan pisado este planeta falleció producto de la leucemía que lo consumía.
Said nació en 1935 cerca de Al Quds -Jerusalén-, hijo de padres palestinos nacionalizados estadounidenses, se educó en Egipto y Libano. Posteriormente se ilustró en las universidades de Princeton y Harvard. Fue académico de la Universidad de Columbia, dictando la cátedra de Literatura Comparada.
Ostentoso promotor de la cultura oriental, criticó el mito construido en Occidente en relación a los prejuicicos hacia el mundo islámico, llamándolo "orientalismo" -título de una de sus más conocidas publicaciones-. Su bandera de lucha fue la causa árabe, en especial la palestina. De forma brillante estudió a fondo la relación entre Oriente y Occidente, polos que conformaban su corazón. Su valentía lo llevó a denunciar los atropellos imperialistas de Israel y EE.UU. cometidos en Oriente.
Su militancia política, su activismo, su honor, su compromiso me llenan de orgullo, me hacen pensar en la cálidad humana del maestro. Said dixit: "Me dirán que la política se ocupa de lo posible, no de lo deseable. No estoy de acuerdo en absoluto"
Sus obras: Orientalismo, ¡Palestina existe!, Cultura e Imperialismo, Fuera de lugar, Crónicas palestinas, Paz sin territorio; son entre otras, sus más representativas.
Se le recuerda tirando piedras a las tropas israelíes, existe un registro gráfico de ello -que sus enemigos usaban en su contra- que demuestra su impulso combativo, su RESISTENCIA.
Las palabras de su hija nos lo recuerdan: En sus últimos días mi padre lloró abiertamente por Palestina y por su perdida de claridad y energía para escribir, escribir y escribir. Desde su cama me animaba: "continúa la lucha, continúa... supera tus pequeñas diferencia con tus colegas y escribe y actúa y continúa, continúa sin cesar. Está en tus manos". Estas palabras iban para toda nuestra generación y es importante para mí transmitirlas a ustedes.
Sigo su ejemplo, el brillo de su luz no me da sociego, no puedo callarlo, mi conciencia no lo puede olvidar. Su vida es una acusación a la injusticia, a la desconsideración, a la falta de compromiso, a la negligencia, a la estupidez misma.